Una almorcileña de 90 años sigue haciendo labores, y ahora las expone en el espacio cultural El Molino
Almonacid de Zorita. 14 de junio de 2024. Felisa Toledano Parra nació el 26 de septiembre de 1933 en Almonacid de Zorita. Durante la Guerra Civil española, quedó huérfana de padre y se trasladó a Madrid donde sus tíos maternos se hicieron cargo de ella. Su madre, viuda, no podía mantener a tres hijos, siendo además, Felisa, la más pequeña.
Vivió en Madrid hasta los 12 años, edad a la que volvió a su pueblo natal. A los 16 años ingresó en el Convento de Concepcionistas Franciscanas de Almonacid de Zorita, donde había una escuela, dada su vocación por la enseñanza. “Yo tenía que ser maestra a la fuerza”, asegura en varios momentos de la conversación para explicar su exposición.
A los 26 años, la comunidad de religiosas cierra el colegio y ella decide salir y comenzar los estudios de Magisterio, en la Escuela de la calle de Embajadores. Para ello regresa a Madrid y compagina sus estudios con trabajos de bordados para empresas como El Corte Inglés.
A mediados de los años 60 finaliza los estudios de Magisterio y comienza su etapa como profesora, hasta su jubilación, en el colegio Santa Beatriz de Silva del madrileño barrio de Carabanchel. “Me encantaba enseñar a leer a los niños. Les mostraba dónde poner los puntos y las comas, y los acentos”, cuenta. Cuando por fin empieza a dar clases con su titulación, tenía más de 40 alumnos por clase. “Hacía un primero de EGB, y luego pasaba con ellos a segundo. El primer año era difícil, pero el segundo, una vez que los tenías hechos, era una maravilla”, explica. Todavía mantiene el contacto con alguno de sus alumnos, que se cuentan por cientos.
El 1969 se casa con Mariano Rubio y tiene dos hijos. Una vez jubilada en 1998 y tras 38 años de maestra, el matrimonio se traslada a Almonacid. Allí, Felisa, en la casa que construyó su familia en unos terrenos heredados de su madre, comenzó una nueva vida y retomó las labores de costura que siempre le habían gustado tanto.
Ese es el verdadero comienzo de la exposición 'Labores que dan Vida', y el origen de este nombre tan bonito. Felisa está todavía llena de energía, como sus trabajos. Por eso, sus sobrinas y sus hijos, que tanto la quieren, la han llamado así.
“En el convento me enseñaron a bordar. Cuando aprendí, empecé a hacer las cosas a mi manera”, explica. Felisa nunca ha dejado de coser. “Me encantaba”, asegura. “Con el matrimonio y dos hijos, no podía hacer más. Tenía que atender las labores de la casa y a mis clases”, cuenta. Pero después de su retiro en Almonacid, encontró el tiempo para ella que nunca había tenido. Su inclinación natural, con la ayuda de sus sobrinas -una de ellas es profesora de manualidades- le hizo descubrir nuevas formas de expresarse, como el patchwork o el punto de cruz.
Y todavía sigue cosiendo. “No me sale tan bien como antes, pero me entretengo con ello”, cuenta. La muestra la componen 21 cuadros de punto de cruz, 5 colchas de patchwork, 10 cojines bordados, 5 mantelerías bordadas y cinco alfombras que Felisa Toledano ha elaborado, fundamentalmente, a partir de los ochenta años.
La exposición se puede ver hasta el 30 de junio en el Espacio Cultural El Molino. Está hecha con mucho cariño, y recopilada con el que le profesan, en homenaje a toda su vida, sus seres queridos.
El horario de exposición es el habitual: los viernes, de 16 a 20 horas, sábados, de 10 a 14 horas y de 16 a 20 horas, y domingos, de 10 a 14 horas.